jueves, 10 de octubre de 2019

Cuando no todo es color de rosa.

Hace unos días hice una encuesta en nuestro Instagram Stories, porque aunque me he pasado mucho tiempo decidiendo si hacer o no esto, no me había cuestionado si la gente quería o no leerlo. Y resulta que me sorprendí de la gran mayoría sintiendo la normalización sobre la conversación de salud mental.



Nos ha enseñado la sociedad que el sentir en extremo y no poder controlarlo, es debilidad, y es algo que en mi caso he ido acumulando desde muy pequeña. Nadie me lo dijo, o quizá sí pero no lo recuerdo, que tenía que aguantar. Y como muchas personas que caen en el mismo círculo vicioso, llegué a mis casi 30 años arrastrando un bolso gigante de conflictos sin resolver.

Recuerdo exactamente el día y lo que desató mi colapso, no era el primero, pero si fue mucho más intenso que el de hace un par de años atrás. Una situación personal que me rompió el corazón, estando en medio de momentos profesionales muy tensos, y yo creyendo que quizá podía soltar un poco contándoselo a alguien que terminó riéndose de lo que me pasaba porque yo "le ponía mucho color". Que tampoco es culpa completa de esa persona, es cómo nos han enseñado que debemos ser.

Luego de eso todo fue en picada, meses en que no me di cuenta cómo me deterioraba porque sabía siempre cómo guardarlo todo para seguir funcionando.

Pero llegando a mi hogar era todo pena, llorar, lanzar las naranjas contra lo que pillara, golpear las paredes con tanta fuerza que me quedaban moreteadas las manos. No querer seguir intentando nada más, quedarme quieta en mi cama mirando el techo cuando me cansara de llorar y ojalá desaparecer para siempre.

Eso fue hace dos años, y cuando ya no sabía ni las cosas que hacía ni las que decía, tuve a mi lado a las mejores personas que me pudo regalar la vida, para hacerme reaccionar, para hacerme entender que había que pedir ayuda profesional, que no era debilidad, que una pastilla no te hace peor persona. Que tenía que luchar por recuperar mis ganas de vivir y mi forma de ser.

Nada fue fácil, me costó entender, porque sentir que nunca sería suficiente es algo que ha vivido conmigo más años de los que quise admitir, porque dejé entrar y permanecer en mi vida a muchas personas que aliñaron mi caída, sin entender los límites entre la crítica constructiva y simplemente tirar mala onda. Probablemente también he sido así en la vida de otras personas, y espero que el crecer y mejorar para mí, implique que pueda ser algo positivo en mis relaciones de ahora en adelante.

Entre las conversaciones más cortas y técnicas con un psiquiatra, que vio la parte química de mi tratamiento y que en un principio no me gustó nada, porque básicamente odio tomar medicamentos. Y el otro lado fue un psicólogo con el que aprendí que sí podía abrirme de a poco con alguien que no conozco, tomó varias sesiones, y agradecí la inteligencia de esa persona para hacerme entender y no para obligarme a hablar y admitir a mi misma toda la acumulación que traía desde hace tantos años.

No es que ahora sea todo perfecto, ni yo completamente resuelta con mi vida. Es un proceso constante, la ansiedad y la depresión no son enfermedades que llegan y se van de un día para otro. Fueron desarrolladas por años, y probablemente me tome cada día de mi vida ir viviendo mejor. 

Me cuesta a veces quedarme dormida porque mi cabeza se hiperventila, como dice mi psicólogo, la hiperactividad cerebral constante que debo aprender a calmar. Pero principalmente, hice las paces con el hecho mismo de que debo trabajar mi cabeza para poder tener una mejor calidad de vida, para en el fondo poder disfrutar mi vida y no estar siempre a punto de ahogarme.

He tenido la suerte de poder ordenar mis finanzas para permitirme el tratamiento, porque el cuidar la salud mental en este país es carísimo, y cada vez hay más conciencia de ello, aunque poco hagan los de arriba por arreglarlo, como poco hacen por arreglar cualquier cosa, en realidad.

Pero han salido frutos de todo este viaje interminable, y lo principal es darme cuenta de mis relaciones humanas, de aprender a dejar ir y también atesorar, de llevar todo de forma más sana y comunicarme lo mejor posible. Curiosamente eso me ayudó un montón a poder soltarme en mi trabajo y sentirme tan cómoda con todo lo que hacía, reconocer ante mi misma mis talentos.

Luego noté que justo hoy era el día de la salud mental, y que también mucha gente se ha abierto a compartir historias para dejar de ser un tema prohibido. Hace la lucha un poco más liviana el abrirse y dejar que la ayuda entre a la vida.

Quizá es lo más abierto que he escrito es este rincón que tenemos, pero el día que decidimos abrir este blog, fue porque queríamos un espacio para hablar lo que nos interesaba, y tener una mejor calidad de vida es un tema demasiado importante como para esconderlo.

Hay que hablar, hay que estar, hay que apoyar y aprender también a confiar.

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2 comentarios:

  1. De vez en cuando paseo X aquí buscando una nueva publicación .es muy cierto lo que comentas y creo que eres muy valiente y sincera X contarnos tu propia experiencia personal . Creo que en el mundo actual cuesta mucho trabajo mantener la cordura o la bondad. Al menos es lo que yo siento y vivo cada dia

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    1. Son pasos que cada uno da a su propio ritmo, y cuesta mucho no juzgar, y no juzgarse, pero creo que son batallas que se van ganando de a poco y que uno debe luchar por sentirlas como grandes. Espero si que cada día todo esto se normalice más, porque sería una gran ayuda para todos sanarnos.
      Abrazos!

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